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Foto del escritorPatricia Alvarez

AJÍ PICANTE, INSPIRACIÓN DIVINA



¿Han visto esas escenas de películas donde la cámara enfoca personas cocinando con amor y perfección al mismo tiempo? Cortan muy rápido unos chiquitos y milimétricamente exactos pedacitos de cebolla como si tuvieran una regla en el cuchillo, luego otro ingrediente, los mezclan y podemos imaginar sentir el aroma que expide el humo de la olla y, más tarde, en alguna escena posterior imaginar que percibimos el sabor del exquisito platillo. ¿Han vivido estas escenas en casa?  La forma meticulosa y delicada con la que una madre, una abuela o un tío preparaba sus recetas convirtiendo unos cuantos ingredientes en algo muy especial que compartir, al mismo tiempo que proporcionaba alimento y amor a la familia.  Tú mismo/a has experimentado la alquimia de la cocina, usas los condimentos con la precisión de polvillos mágicos, tal vez lo haces en la rutina diaria o en momentos de celebración, con resultados fantásticos que te llenan de satisfacción en varios sentidos.

Bueno, ese no es, para nada, mi caso. Mi relación con la cocina ha sido de amor-odio, cuando está en los extremos y de estricto sentido de la responsabilidad cuando está en la etapa “normal”. Han sido contadas, y en números bastante bajos, las veces que he sentido verdadero placer al cocinar y casi nulas las oportunidades en que una escena de película me ha movido con la imagen de la comida propiamente dicha. Tengo sí, gratos y a menudo intensos, recuerdos de los sabores de la cocina familiar de mi infancia y juventud. Más tarde sentí tanto placer como orgullo por la cocina de mi hijo, y cuando la pequeña dijo que quería seguir ese camino, experimenté un sentimiento de agradecimiento por ese “salto atrás” en la genética familiar, por el que no se perdieron las recetas ni los esfuerzos de generaciones anteriores.

Las “malas lenguas” sostienen que mis dos hijos estudiaron concina porque la mía era tan mala que estaban ansiosos de mejorar la cualidad en la cocina de nuestra casa, yo espero que sea una exageración, pero algo de verdad debe tener en cuanto a que las raíces de la cocina familiar han sido de gran valor para ellos.  Como les decía, a lo largo de mi vida he pasado por etapas drásticas en mi relación con la cocina y cualquier estudiante de psicología podría hacer una tesis de grado con ese análisis. Por una suerte “rara” para mis hijos, una de las etapas de” amo cocinar”, se relacionó directamente con mi época del naturismo tropical, en la que todo se hacía en casa bajo ese estricto régimen, con escasas excepciones.

El Naturismo Tropical, aprendido del Dr. Keshava Bhat, no es ninguna de las tendencias actuales y al mismo tiempo las engloba todas, parte de la comida ayurvédica, pero sin correspondencia estricta. Es difícil resumir estos principios, pero elegí este párrafo para compartir:

“En la búsqueda, selección y consumo de los alimentos el hombre debe hacer uso no de un solo sentido sino de sus cinco sentidos y los seis sabores:

Acido -Dulce-Salado-Amargo-Astringente-Picante

Buen humor, buenos pensamientos, buen estado anímico, sinceridad y a más que todo paz interna son aspectos complementarios a la limpieza, sencillez e interés que pone el cocinero durante la elaboración de los platos. Por el contrario, la angustia, tristeza, ira, son aspectos negativos que se reflejan en la preparación del alimento impidiéndole que tenga las emanaciones y atracción indispensables”. (1)

 

Aquello iba también del “cómo cocinar”, a la par del “qué cocinar”, y de a poco fui rompiendo teorías y descubriendo nuevas, cambiando lo frito por horneado o vaporizado, cuidando más los procesos propios y reduciendo al mínimo posible, los elementos con procesos industrializados.  Eso me llevaba montones de horas, no solo en la cocina, sino eligiendo nuevos vegetales, buscando animales no maltratados y plantas medicinales. Fui creando hábitos de manera natural, como incorporar el aceite de ajonjolí y el de coco, sustituir el arroz “blanco” por el integral o al menos el parabolizado, azúcar blanca por la rubia, la sal fina por gruesa, todo de a poco, pero el más lento para mí fue Integrar el picante a todas mis comidas. Al principio usaba solo pimienta negra, pero un día me atreví a conocer el ají picante y creo que me enamoré. Se convirtió en “mi elemento”, cosa que no significa que lo supe manejar en justa proporción, con frecuencia “se me fue la mano”, pero lo seguía usando.


Cuando volví a mi vida citadina fui necesariamente flexibilizando lo estricto de aquella práctica, pero conservando por elección y sin esfuerzo, todo lo que fuera posible y, de alguna manera, estabilizando mi relación con la cocina, con cierta tendencia a la vagancia, debo reconocer.

Descaradamente os digo que volví a mi época más amorosa con la cocina cuando montamos Zoí Gastro Fresh, básicamente porque no tenía que cocinar para comer mi comida flexitariana favorita, mis funciones en el negocio eran otras, mi hija Daniela y su equipo se ocupaban de la alquimia perfecta, incluyendo el ají, en exactas proporciones.




Bajé un poco a prepo de ese paraíso y un día me encontré en casa con cantidades importantes de condimentos e insumos que se correspondían a ese tipo de comida, no usarlos era lo más parecido al pecado que se me podía ocurrir, así que, regalé, hice trueques y con el resto, casi sin darme cuenta, volví a experimentar la cocina naturista, ya no tropical sino sureña, en mi rutina, con tres ventajas obvias: aprovechar los insumos, favorecer mi dieta y de yapa, mi economía.  Pero, si tenemos en cuenta que vivo sola, era fácil ver la desproporción de contar en casa con varios kilos de ají picante molido, que, por una razón no explicita, no regalé, ni cambié, tenía la certeza de que quería experimentar más con él.

Pasados los meses, pocas cosas salían bien, y menos aún de las que sentirme realmente satisfecha, pero nada de eso me preocupaba tanto como la falta de equilibrio con el ají. era como si hubiera perdido “el toque”. Pocas veces casi no se sentía, precisamente por eso, en una especie de impulso de última hora le ponía más y terminaba sufriendo con algo que suponía darme placer.




De una manera no planeada lo comenté en una clase de  José Lorenzo y Marianela, no sé cómo, terminé contando esto como anécdota de mis peripecias con la cocina y ellos me hicieron caer en cuenta que, la solución de los excesos es la misma “receta” que para todo lo demás: conectar y consultar con mi Ser interior. Hice una especie de “clic” interno, como si el tiempo se hubiera unido o disuelto para comprender que todas las voces, a lo largo de mi vida, decían lo mismo. “Cinco sentidos, seis elementos” inicia el párrafo que acabo de copiaros. De la misma manera inician todas mis prácticas de meditación asimiladas de Aprendiendo a Ser.

Me la he pasado difundiendo el método de Krishnamurti para conectar, he parloteado sobre la importancia de conectar y consultar con tu Ser Interior en todas mis charlas, pero a la hora de poner el ají, venga un impulso salido de cualquier lado.

 Cada plato preparado puede venir de una receta ancestral, o de una que vi ayer en las redes o de algo que me sé de memoria (pocas, confieso), tampoco importa mi historial de traumas de con la cocina o que ese no sea mi “don” natural, lo que importa es dónde está mi pensamiento cuando la hago.  Y debo admitir, invariablemente, cuando cocino, mi pensamiento estaba simplemente en otro lado. ¿Dónde seria ese “otro lado”? Tengo variaciones que van desde pensar en la obligación de cocinar, hasta analizar de donde me viene el gusto por el picante, que, aunque suene contradictorio, es otra manera de no estar en presente, y obviamente, de no estar inspirado.



Ahora bien, si sos  un crack de la cocina tal vez ya te inspirás en continuo y estos tips no serán más que otra historia, pero como decía esta “receta” da para todo:  conecta con tus cinco sentidos, respira profundo y preguntale a tu ser interior cual es el próximo paso a seguir. Por loco que te parezca te dirá donde poner “esa piecita” que le venia en falta al rompecabezas, la nota musical de tu canción, el clavo de tu pared , el abono de las plantas, o cualquiera sea la tarea que estés haciendo, sin excepción.

Pero para no desenfocar el tema culinario , te digo que si bien no estoy para concurso, esta ha sido una aplicación de éxito en mi rutina culinaria y mi amado ají picante . Si te gusta el picante como a mí, te regalo una receta que me fascina y que ahora me queda muy bien, aun cuando le cambié las proporciones originales, porque me parecía muy pesada, además de que la hago con azúcar rubia en vez de blanca, pero eso sí, cada pasito lo hago inspirada. POSTRE DE CHOCOLATE CON AJI PIANTE

La otra parte no dicha es que José Lorenzo y Marianela, no solo me inspiraron en todo esto , sino que me dieron las fotos de su platita de ají picante de su jardín @jardinbambusal, te invito a que veas otras maravillas en sus cosechas



 

(1)Herbolario Tropical ,Keshaba Bhat

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