Ese verano del 73 entré en profundo estado de enamoramiento con Cumaná, y con su gente, se daba un deslumbramiento raro, como cuando te sentís muy atraído por alguien de quien, con toda tu carga de prejuicios has dicho “Yo jamás estaría con alguien así”, y esa persona se te va acercando, y tu te peleas con la sensación, pero en el fondo sabés que estás frite y que el desenlace amoroso es irremediable, en el fondo de tu corazón, tenés la certeza.
Eso pasó.
Las sensaciones de mi violenta repatriación se iban disipando a medida que me iba sumergiendo en la fascinante película que me rodeaba. Cada tanto algo hacía ruido, pero ni era muy sonoro, ni olvidaba la promesa hecha en Maracaibo, adaptarme era una decisión.
Usé el término “película” como parte de una descripción global, a la ligera, pero quiero ser bien tajante: esos tres meses fueron una película, una de esas en las que uno se mete y se cree que es parte de la trama, pero que en ciertas partes uno dice “esto, solo pasa en las películas” y en otras estas flotando entre la credibilidad y lo increíble.
En lo geográfico, por ejemplo, imagino que resulta obvio que aquella cantidad de azules que presentaba el Caribe, recibido por arenas que iban desde el blanco más puro a la oscura piedra fascinarían a cualquiera, pero lo que más me parecía de película, era esa insólita fortaleza de montañas resguardando cada pedacito de playa, cada una tendrá su carta y su cuento posterior.
En lo social, en cambio, no puedo resumir tan fácil el impacto y requiere de posteriores análisis más desmenuzados, pero lo que si es seguro es que lo que más impactó desde el principio a mis montevideanos once años, es que, hasta hoy, no conozco un lugar-ni un tiempo- donde las clases socioeconómicas estuvieran tan diluidas y mezcladas amorosa y naturalmente.
Salíamos mucho como familias, pero también las chicas solas, al menos de día, Mariel manejaba el coche de su mamá, que era nada menos que un Javelin blanco con rayas negras ¿Pueden imaginarlo? El de la foto que pongo es del modelo anterior y ya resulta de fantasías.
Tan pronto estábamos en Puerto Sucre, comiendo arepas de maíz pilado en casa de una señora que nos recibía como si fuéramos visita , como comiendo en el restaurante del
Hotel Cumanagoto. Y ahí, en ese mismo 5 estrellas, ( antes no tenia idea de que existían, menos ir a uno!!!) tan pronto estábamos disfrutando de la piscina comiendo en el restaurante como hablando amigablemente en la playa con los vendedores de ostras y de empanadas. Y cuando releo este párrafo hoy tengo la total certeza de que no estoy pudiendo explicar el sentimiento, creo que aún cualquier que no sea del Caribe puede llegar a establecer conversación con quien le vende la comida típica en la playa, lo que era distinto es que la forma en que se relacionaban nuestros anfitriones con estas personas era de verdadera confianza.
No había prejuicios de ningún tipo y me dirás “claro, eran los 70 , todavía no había tanta malicia, ni tanta droga “ Y yo te diré que es cierto todo eso, pero te aseguro que era Muy distinto, en sentidos que no comprendía tampoco, hasta que cambiaron .
Finalmente, lo otro que me hacia sentir en una película eran los climas: el que se refiere al estado del tiempo y al clima político del país.
En junio de 1973 Uruguay arribó a un frio invierno y como si el clima de la temporada estuviera directamente relacionado con lo político, trajo la oficialización de la Dictadura Cívico Militar. En Venezuela, en cambio, ese trimestre reafirmaba el verano y en lo social, se daba el clímax de campaña electoral, para las próximas elecciones presidenciales.
No viví ese invierno en Uruguay, ni el momento de la dictadura, pero al menos los inviernos anteriores estuvieron marcados por una represión de la que me cuesta hablar, precisamente porque hoy sé que solo era un preámbulo de lo que vivieron mis compatriotas y me produce vergüenza decir tan solo “puedo imaginar lo que vino después”.
Mientras Uruguay perdía Oficialmente la democracia, en Venezuela sus políticos hacían maromas para lograr que la mayor cantidad de población acudiera a centros de votación para preservarla, quedaba muy poca memoria histórica de la última dictadura oficial, a pesar de que muy pocos años habían pasado.
A mí, mejor dicho, a mi familia entera, nos impactaban las formas en las que buscaban ese acercamiento electoral, los dos grandes partidos políticos el país. Hacían regalos específicos a la población menos pudiente, que iban desde bolsas de comida hasta objetos como ventiladores, equipos de música, etc. La otra forma era colocar en la principal avenida de cada ciudad, grandes tarimas donde los políticos darían su discurso acompañado de Impactantes espectáculos musicales.
No tengo la menor idea acerca de si estas prácticas se habían hecho antes o después en ese u otros países democráticos, pero ese año de 1973, fui parte de eso, porque el negocio principal de la familia Rocha - Rocha Electrónica- se encargaba de suplir Sonido y Equipamiento electrónico para fiestas y eventos. La demanda de ambos partidos políticos ese trimestre fue alta y ahí estábamos los menores ayudando como se podía, según el contrato, y luego con el privilegio de subir a las tarimas a conocer en persona a grupos musicales de la talla de Billo`s Caracas Boys, Serenata Guayanesa y José Luis Rodríguez “El Puma”. Eso fue Alucinante y en ese momento el enamoramiento por Cumaná era total.
En ese primer trimestre tuve también algunos encuentros con Luisma y sus hermanos, el mayor Luis Gabriel, era contemporáneo con Mariel, el tercero Jorge Luis, con Diana, ambos eran muy lindos, mucho más guapos que él, pero yo adoraba charlar con Luisma, y eso es una manera sutil de decir que su fuerte era la labia que tenía, estoy segura que ya desde entonces era su “herramienta de conquistas”, pero yo aun no lo sabía, Bueno, creo que ni yo ni nadie, porque en esa época todas las chicas pensaban que sus hermanos eran mucho más guapos, igual de inteligentes que él y él era muy raro. Había un cuarto hermano menor que extrañamente era el único que no se llamaba Luis por ninguna parte, que también era muy lindo y ya saben, cuando uno tiene de 30 en adelante, una persona unos años menor la consideramos “contemporánea”, pero a esa edad “es un niño”, así que no estoy para nada segura de su papel en esa etapa de nuestra vida.
Esa “rareza” de Luisma fue lo que nos acercó y nos hizo más tarde inseparables, pero a ese momento especifico solo fueron escasos encuentros en los que pasábamos horas hablando o escuchándole cantar y para mí, los sentimientos encontrados eran evidentes, “me gusta un chico que realmente no me gusta” no era una frase que pudiera traducir con claridad.
Por tanto, en la vertiente que se refiere a Luisma, no puedo decirles que la historia se perfilaba de amor o de enamoramiento, sino de un intermedio indefinido.
Pero este momento fue apenas el primer trimestre de los 30 años que duraron esas vacaciones en el Caribe, ya iremos viendo juntos como se definen las vertientes de las dos historias de amor.
Nota : no estoy segura si el Puma cantó esta canción en aquel concierto de apoyo a Lorenzo Fernandez pero corresponde al momento de ese año en que él cambia el catolicismo por otra religión Cristiana y fue el furor del momento y si mi mente de publicista lo analiza , era muy propicia para realzar la campaña política de aquel.
Commentaires