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EL DÍA QUE APRENDÍ A ORAR

Actualizado: 24 ene

Como ya os he contado, nací en un hogar ateo, con lo cual las Iglesias no han sido un lugar muy transitado por mí, salvo por el hecho de que Venezuela es un país prominentemente católico en el que con frecuencia se celebran rituales de esa religión, por voluntad propia he ido a una iglesia contadas y memorables ocasiones.



En esa oportunidad, a principio de 1988, transitaba los 400 kilómetros de carretera entre Caracas y Cumaná, conduciendo el coche de mi gran amiga Beatriz, y al ver la Iglesia al costado de la carretera, decidí parar un rato. Fue una especie de impulso que consulté internamente y cuando decidí comunicarlo, esto llamó la atención de Beatriz, quien no solo me conocía bien, sino que sabía que esa, en particular, me parecía una iglesia “rara” pero siendo ella católica accedió a la parada, no sin antes reírse un poco de mí.




A esa pequeña iglesia le llamaban “El Cristo de los viajeros”, por alguna leyenda urbana y se encontraba en medio de un descampado en la carretera, más tarde supe que al momento de levantarse ese templo, el lugar era una hacienda de ganando y se instaló a efectos de protección del mismo. (*) Era una humilde capilla, con paredes al descubierto, unas pocas bancas y una imagen de Jesús muy distinta de las habituales, este Jesús fue esculpido rellenito, musculoso y con los pies separados, en vez de cruzados.  Aquello ni me gustaba, ni me disgustaba, solo me parecía raro.

Estábamos haciendo ese viaje en el coche de Beatriz porque el mío fue robado de casa tres meses antes, el tercero en una secuencia de robos: primero sufrimos un asalto a mano armada, en el que vaciaron el departamento que compartíamos y luego un robo, del mismo departamento, pero en nuestra ausencia.



El primer robo fue una experiencia muy traumática, especialmente para Beatriz y mi hermana que fueron encañonadas en la entrada y más tarde para mí, porque por alguna “extraña” razón, de las cinco personas presentes, los ladrones me escogieron a mi para ser la que permaneciera sin mordaza ni ataduras y que les diera precisas explicaciones del lugar de cada cosa de valor real o relativo que podía haber allí. Al finalizar, estuvieron interminables segundos  decidiendo si me “bajaban”. Al principio ocupé mi mente en entender que significaba “bajarla”, ¿Bajarme a la planta baja? O ¿acaso era un término malandro para bajarme la vida?   Es interesante comprender que tuve miedo cuando me apuntaron con el arma en la frente al entrar, pero luego no tuve más miedo hasta ese momento. Pero en segundos hubo un suceso que me animó a arrodillarme y rogar que me dejaran allí, y lo hicieron, me ataron tan suave que pude deshacerlo muy fácilmente.

Di muchas gracias a Dios , pero aún no sabía orar y recuerdo que después de la experiencia repetí muchas veces que “la próxima vez no quería estar presente “, lo dije de distintas maneras, pero siempre asumiendo que iba a haber una próxima vez.


Evidentemente la hubo, meses después llegué a casa del trabajo y encontré la cerradura en el suelo, volvieron a llevarse todo lo que pudimos reponer y algo de efectivo. Después sucedió lo de mi camioneta en el estacionamiento y yo no dejaba de preguntarme por que me pasaba aquello. Hasta esa tarde, mientras conducía por la carretera, recibí la respuesta , la verdad es que la decisión de pararme fue para aclarar lo que estaba comprendiendo.

“Padre, hace 3 meses que me robaron mi carro y desde entonces no me he subido al primer transporte público, las personas más cercanas y las menos imaginadas me han prestado sus coches, inclusive este es mi tercer viaje en un coche de una amistad, yo te doy las Gracias por lo recibido. Yo creo que necesito un carro para cumplir con mi trabajo, pero lo dejo en tus manos, tu decides si puedo volver a tenerlo o si debo cambiar de trabajo, tú decides Padre”.

Nunca lo olvidé porque sentí la diferencia, antes de eso yo pedía, a Dios, a la vida, al Universo, según cada etapa , pero siempre pedía cosas concretas que a mí me parecían que eran lo que necesitaba , esa vez lo dejé en sus manos, de corazón.

Tampoco lo olvidé porque el resultado fue instantáneo, un resultado que no estaba esperando pero que se dio ni bien llegamos a Cumaná , al entrar mi padre me dijo “ ¿Cómo te sentís para pegar la vuelta atrás? “ Yo no entendía , parecía que me estaba echando pero muy contento , tras leve suspenso  dijo  “ Te llamaron de la policía, tu coche apreció y te lo quieren entregar” .



Si le ponemos contexto aquello termina siendo más milagroso de lo que podría ser en otro país donde las leyes funcionan a la perfección,  mi coche era una camioneta 4x4 de valor muy preciado para ladrones (y corruptos) , sé que muchos no me creyeron que no pagué nada por recuperarlo y el seguro pagó la reparación , los más benevolentes decían que mi caso era único.

Yo trataba de explicar que el resultado pudo haber sido distinto , que sucedió porque entregué ese resultado , que aprendí a dar gracias, que … en aquel momento no conocía Aprendiendo a Ser , ni siquiera yo entendía lo suficiente como para explicarlo, solo sé que apenas aprendía a Orar.


(*)Una década después la capilla fue sustituida por una basílica de metal donde se mantuvo la escultura original de Jesús en la Cruz , actualmente es un centro turístico con varias versiones de la leyenda del aviador.

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