Resulta realmente difícil describir Lanzarote sin plagiar a Alberto Vázquez Figueroa, al menos no siendo un escritor profesional, así que ni lo voy a intentar, me conformaré con hacer mi propio boceto de esa descripción.
Como primero me encuentro un aeropuerto de esos que se consideran antiguos o cuanto menos chicos y ni bien sales de la puerta del avión puedes sentir la primera impresión del poblado: el olor es una mezcla de tierra mojada por lluvia con la sal del mar que bordea cualquier isla , pero al respirar más profundo te da cuenta que hay algo más , muy particular que no puedes definir en una primera impresión .
Lo segundo que noto es el clima: mientras toda España, incluidas Baleares está inundada y con bajas temperaturas, en Lanzarote te recibe un sol de verano, con una brisa fresca que rápidamente aplaca su intensidad , tal parece que el otoño y la primavera han invertido los órdenes, solo allí.
Una vez fuera, el impacto es grande, es una especie de desierto bordeado de montañas del último color que uno espera encontrar en una cadena montañosa: negro. Demoré un par de horas en comprender que el olor de esta tierra es el del volcán apagado, pero eternamente amenazante. Y amenazante es una palabra fuerte y seguramente inadecuada, para lo que se respira en Lanzarote, en su gente, en sus calles, en su vida, la uso porque el saber que el Timanfaya esta aun ardiendo en su interior me da un poco de miedo, pero es lo que podríamos llamar "un miedo occidental o citadino", para ser más justos, un miedo absurdo y que gratamente, dura muy poco.
En cuanto avanzas por la carretera que bordea la isla, encuentras que reinventaron el arco iris: blanco y negro en todas sus tonalidades, solo parcialmente interrumpido por los azules intensos del océano y escasas manchas de verdes, como gotas de lluvia fina, que no son más que la variedad de cactus y aloes, única vegetación natural de la isla. Y digo “natural” porque muchos pobladores se la han currado logrando que en aquella tierra infértil crezcan otras plantas, algunas muy productivas y algo exóticas, como las vides de no más de 1 metro de altura. Y ahí me doy cuenta que todos aquellos muros de piedra tienen un sentido: protegerlas del viento.
Quizás cabe aclarar que en Lanzarote todas las casas son blancas, con postigos y puertas de armónicos colores que contrastan con el negro de la montaña y el azul del mar, apenas tiene 800 km2, está colmada de leyendas y situaciones geográficas insospechadas y aunque no le da mayores beneficios tangibles, ha sido declarada Reserva de la Biósfera por la Unesco.
Podría pasar horas escribiendo sobre esta hermosa isla que, por muchas razones, es mi favorita en el mundo, pero, como dije, no soy Vázquez-Figueroa y me alejaría del relato de “cómo y por qué llegué a tan remoto lugar” en octubre del 2009.
Fui bendecida con un trabajo que me obligaba a viajar y aprendí a combinar mis viajes de trabajo con placer y conocer o experimentar lugares que no estaban en mis posibilidades reales económicas y en ese momento, ni siquiera recuerdo cómo logré que un viaje de trabajo derivara en la hermosa experiencia de ir a Lanzarote a esperar a Yaiza, mi primera nieta.
Yaiza, nombre de Princesa Guanche, hija de una Mallorquína con un Caribe, solo esa combinación predice especialidad, si le sumamos el contexto geográfico descrito sobre aquella hermosa isla ,sabemos que será una erupción energética insospechada.
Todo lo demás, son detalles.
Sin embargo, aquel viaje estaba cargado de otras valiosas emociones, como el conocer a la chica que había atrapado el corazón de mi hijo y su hermosa familia, vivimos momentos maravillosos en esa espera, ya que sus padres provenientes de Mallorca, estaban allí con el mismo objetivo que yo y nos dedicamos a conocer la isla y enterarnos de esos detalles mientras visitábamos museos, parques, playas y mercadillos, nos permitió conocernos entre nosotros.
Alguien más esperaba a Yaiza en aquella casa: Tomás y Maya , la pareja de labradores retreiver que los representaban cual escena introductoria de 101 Dálmatas, y que mostraban su expectativa y su amor a aquellos padres. Tomás era grande pachorroso y amoroso, como Igor, Maya era ágil y vivaracha como Paqui, a quien aún con la barriga de embarazo se le veía su ágil cuerpo, más allá de su belleza natural.
Yaiza , la bebé , retrasó su nacimiento como buena primeriza , y tuve que partir sin verla llegar al mundo , pero esa espera estuvo colmada de momentos de disfrute, de armonía y de mucha paz, salí con la certeza de que la princesa llegaba a un hogar armónico y la tranquilidad me llevó a casa.
Lanzarote sigue siendo mi lugar favorito en el mundo, no sé hasta donde esta experiencia lo influenció pero sigo soñando con volver y radicarme allí y, de todas las maneras posibles, abrazar a Yaiza.
Octubre 31,2009
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