Cuando mi abuela materna me enseñaba a rezar lo hacíamos a escondidas, como un secreto que no decíamos que era un secreto, solo lo hacíamos cuando estábamos solas, no hablábamos de eso con nadie, creo que ni siquiera entre nosotras. Al principio ella me invitaba a rezar con su pequeño misal y yo me fui aprendiendo el Padre Nuestro de a poco y le iba preguntando cosas y así fui comprendiendo la historia de Jesús y conociendo a Dios.
Un día, cuando ya tenía yo casi 9 años nos mudamos a un departamento en el barrio Pocitos y ella se las arregló para llevarme abiertamente a una iglesia “moderna”, aclarando que hasta ese momento las visitas a la iglesia eran cortas y a escondidas, eran para mí lugares bastante lúgubres que apoyaban tácitamente el discurso de mis padres ateos. Pero esa vez fue distinto, porque íbamos a un festival de canto en el que participaba una compañera de la escuela, y quedé encantada de ver a los chicos jóvenes con sus guitarras en aquel lugar, comprendí por qué mi abuela le decía “moderna” y , aunque no volvimos mucho, me acercó bastante a Dios.
El año siguiente fue turbulento, una internación de mi padre por una grave enfermedad coincidió con la ida de mi abuela a pasar un año viviendo en otro país, mi madre pasaba todo el día en el hospital , una parte de la familia había emigrado y otra solo se había alejado de casa inexplicablemente , incluyendo a mi hermano mayor.
Mi hermana y yo pasábamos mucho tiempo solas, salvo cuando venia Umma, ella nos leía cuentos, nos ayudaba en los deberes y nos explicaba cosas que pasaban. Dos días en la semana, como cada invierno, venia Celestina, esa señora amorosa que se parecía a la cocinera de Mary Poppins y ayudaba mamá en los quehaceres de la casa, pero solo la mitad del año porque al final de la primavera siempre se iba a trabajar en Casapueblo hasta bien entrado el otoño.
Era una gran alegría que viniera en esos momentos, pero esa mañana llegó muy triste: en el avión que se había caído en Chile, iba Carlitos Päez , el hijo del dueño de Casapueblo, a quien ella quería mucho, no quería dejar sola a la familia de Carlitos en esos momentos y no podía seguir viniendo a casa.
No puedo decir lo que sentí , pero casi al mismo tiempo en esos días descubrí que realmente sabia el Padre Nuestro sin ayuda de la abuela y eso me daba tranquilidad, pero alguien me dijo que Dios no escuchaba a quien no había tomado la Comunión, entonces, además de rezar el Padre Nuestro , comencé a hablarle.
Pasó la tormenta, la abuela volvió, los nuevos vecinos se convirtieron en familiar, mi padre se recuperó y yo sabía que mis oraciones tenían mucho que ver, porque a veces , también le escuchaba sus respuestas, aunque no lo decía a nadie, ni siquiera a la abuela.
Cuando me dijeron que la tía Mary me enviaba un pasaje de regalo para ir a Venezuela a pasar el verano con los primos , la emoción se apoderó de mí, solo hablaba del viaje y todo lo relacionaba con eso, pero al mismo tiempo tenía un secreto : sentía miedo , el vuelo era muy largo y ahora ya sabia que los aviones cercanos se caían, no paraba de preguntarle a la abuela sobre su reciente viaje. Más se acercaba la fecha, más miedo tenía, aun cuando se había definido que mi padre viajaría conmigo, cosa que era un alivio real, seguía temerosa. Rezaba un poco más y le pedía a Dios que me disculpara por no tomar la comunión.
El 21 de diciembre nos hicieron una despedida en la casa de unos buenos amigos y no faltó quien tocara el tema de los aviones caídos, yo dejé de atender a los más chicos para “parar la oreja” a los adultos. Hablaban de aviones caídos, pero también de salvados : un reportaje a 4 hojas de la revista Hola mostraba las imágenes de la peruana Julien , quien el 24 de diciembre del año anterior ( 1971) había caído en la Selva Amazónica en un vuelo de LAN y tras diez días de penuria, se convirtió en la única sobreviviente del accidente .
Leí y releí cada letra de aquel reportaje, trataba de memorizar todo lo que ella hizo, lo que analizó, lo que pensó y lo que finalmente decidió hacer, para sobrevivir. También tomé nota de dos detalles : ser la única sobreviviente del vuelo y que el accidente sucediera justo el 24 de diciembre , no fueron cosas que ella decidió, yo todavía le daba mucho margen a la casualidad , pero me parecía Mucha.
Con esos pensamientos recé, hablé con Dios, me dormí y me desperté confundida con los gritos de la abuela: caminaba, lloraba , gritaba, nos vio en el pasillo y dijo : “callensé que quiero escuchar”( aún dormida me preguntaba para que nos despertó si no podemos saber que pasa). Decidí escuchar con ella la radio y hasta que dijeron el nombre de Carlitos Páez no sabía de qué iba el alboroto , pero creía que estaban haciendo alguna misa a aquellos muchachos caídos en el avión, demoré en comprender.
Una hormiga, o algo parecido debe ser mi historia en el Universo de historias que se relacionan con el bien llamado Milagro de los Andes , pero ese día fue muy especial : tuve mi primera conversación de agradecimiento con Dios ,por ellos, por sus familiares, por un país repleto de malas noticias y por mi querida Celestina, también porque ya esto si que no era una casualidad. Ese día conocí más a Dios.
A la semana siguiente emprendí ese viaje con mucha más confianza , igual me ocupé de llevar muchos chocolates, alfajores y pasta de dientes en mi pequeña cartera, ( esa costumbre me duró muchos años) también tuve el valor de asomarme a la ventana cuando estábamos pasando por el Amazonas , solo unos segundos , pero lo hice y pensé en Julien, más que en los chicos uruguayos, en ellos pensé al aproximarnos a Caracas y muuuuchos años después cuando volé a Santiago y vi la cordillera de cerca, sentí el escalofrío.
A lo largo de mi vida pensé en ellos muchas veces, leí y vi todas las versiones que podía de esa historia, solo ahora , más de 50 años después puedo decir que “ hice el click” , de lo que significó , yo entendía, pero no "me entraba" … y solo ahora fue el momento, cuando vi la película “ La Sociedad de la Nieve” , no tengo idea si es una frase textual de Arturo Nogueira o del que escribió el libro o del guionista , pero cuando Noguera le habla a Numa sobre su fe , le dice :
"Mi fe, lo siento Numa, no está en tu Dios. Porque ese Dios me dice lo que tengo que hacer en mi casa, pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña. Yo creo en otro Dios. Creo en el Dios que tiene Roberto en la cabeza cuando viene a curarme las heridas, en el Dios que tiene Nando en las piernas para salir a caminar sin condiciones, en las manos de Daniel cuando corta la carne. Y Fito cuando la reparte sin decirnos a qué amigo perteneció, y así podamos comerla sin tener que recordar su mirada."
Puedo creer que es bastante literal, porque el extracto publicado de una carta de Arturo a su novia dice “… En situaciones como ésta la razón humana no llega a abarcar la comprensión del poder infinito y absoluto de Dios . Nunca sufrí tanto como ahora, física y moralmente, aunque nunca creí más en Él”. **
Eso es reconocer a Dios, más allá de la iglesia y de la palabra, yo escuché eso hace mucho tiempo, pero apenas estoy aprendiendo a reconocerlo en todo lo que me rodea, aunque muchas veces se me olvida, al menos soy más responsable en mi práctica.
Aunque parezca que no venga a cuento y suene a mensaje de red social , agradezco profundamente a todos los que hicieron posible que reencontrara mi camino e hiciera este “click”.
¿Y vos, reconocés a Dios?
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