Si esto fuera una película comenzaría con un plano de un cielo muy celeste e iluminado, la cámara inicia un recorrido y aparecen algunas nubes difuminadas de pronto la cámara choca con la punta de una antena de radio y ahí baja muy lentamente por los hierros que la componen.
Si esto fuera una película, tal vez te aburre la escena, así que pongamos algo de música para que sea más entretenido y tal vez hable un poco más del contexto, toda la escena ha sido acompañada por una interpretación del maestro Aldemaro Romero : De repente .
Cuando llega casi al pie de la antena, vuelve a chocar con el techo rojo-teja-descolorida de una casita, apenas segundos como para que te llame la atención, pero sigue adelante por un camino de tierra que desemboca rápidamente en una reja y un portón de malla . Ahí cruza una avenida asfaltada de cuatro canales y se vuelve a detener unos segundos haciendo un zoom in a unos cangrejos que corrían veloces la avenida esquivando coches que, por suerte, no eran muchos a esa hora del amanecer.
La cámara levanta otra vez y pasa por encima de una edificación con piscina, es evidentemente un hotel, pero sigue de largo hasta la playa de arena casi blanca y llega al mar, que está muy tranquilo, algunos botes vienen de regreso y ahí en el mar terminan las discretas letras de presentaciones de la película y sale la voz en off diciendo algo así como: “ups, nos hemos pasado de largo, volvamos atrás, a donde se centra nuestra historia"
Ahora, en cámara rápida, viene el recorrido a la inversa, hasta topar nuevamente con la casita de techo rojo-ladrillo-desteñido, lo atraviesa y muestra una escena de una cocina: hay un señor y un niño, las edades son bastante indefinidas, pero a primera vista el señor es un cincuentón y el niño es , pues sigue siendo un niño de edad indefinida.
Están mirando el horno mientras toman café con leche , sobre la mesa “pantry” roja hay una especie de bandejas con hojas de papel prolijamente cortadas y apiladas, se ve que están conversando . La voz en off va a presentarlos individualmente, pero a partir de aquí podemos prescindir de imaginar que es una película, porque no se escribir guiones, y no quiero seguir usando inapropiadamente términos de cámara, pero, además, ya cumplió su función de darle un comienzo a esta historia. En cuanto a la música, estoy segura de que en la pequeña radio de la cocina sonaba “La Dimensión Latina” y aunque sea un cuento en vez de una peli, te lo podés imaginar.
El niño de edad indefinida era bastante mayor de lo que aparentaba, Cumaná lo había visto crecer sin sacar cuentas, porque su físico lo permitía, pasaban los años y él seguía siendo el negrito simpático que vendía maní en el mercado , en el cine y en los comercios de la ciudad , entrando en cada uno con sus paquetitos de maní tostado argumentando con ojos tristes “Cómpreme señor , que estoy varao” “Ande , señora , estoy varao, hoy no he vendido nada” , esa era su frase y argumento que le valió el apodo de “El Varaito” .
Y para todo lector “no cumanés” puedo aclarar que no hay un error ortográfico: la “d” no estaba ni en el argumento, ni en el apodo en el que la ciudad entera omitió naturalmente esa "d". Sin embargo , el señor de edad indefinida era sureño y simplemente no podía no pronunciarla, así que ,para él su nuevo socio y amigo en aquella tierra lejana a casa era “ El varadito “.
El señor era Melquisedes Belvedere, pero poca gente lo sabía, para nosotros en casa fue el tío Melkis, por muchos años, pero en algún punto se convirtió en “El tío”, como si fuera el único tío que teníamos todos sus sobrinos y cuando la vida lo trajo a Cumaná ese fue su nombre oficial, para el resto de su vida “El Tío”. Su edad era indefinida porque, aunque apenas estaba en el medio siglo, su bigote le hacía mayor, pero su buen humor le hacía parecer menor.
Se conocieron en el mercado , uno haciendo changas y el otro vendiendo , dado de que se trata de una población tan amigable y un tío tan amistoso, cualquier historia era posible, si nos saltamos, claro está, la ley de probabilidades de sus orígenes en el espacio-tiempo en que cada uno vino al mundo.
El Tío venia de un lugar no muy definido en el departamento de Paysandú , Uruguay ,era hijo ilegítimo de un personaje importante de la zona con una señora que hacía oficios en su casa, hablaba con veneración de su madre que había muerto lavando ropa para otros, Expresamente indicaba que no tenía nada que decir de su padre ni de sus medio hermanos , de su familia solo conocíamos un sobrino que estudiaba para medico en la capital. Esto era un cruce social importante para el Montevideo en que vivía mi familia, en Cumaná era moneda diaria.
El Varaito era hijo natural de un señor y su madre se había vuelto a juntar y desjuntar, tenía también hermanos que, hablando con el Tio descubrió que eran bastardos , pero antes no conocía de esa diferencia legal y en su casa no existía el término “medio hermano” eran sus hermanos y punto.
Recién llegado a probar suerte en “el nuevo sueño americano” en que se convirtió Venezuela después del triunfo de Carlos Andrés Pérez en las elecciones del 1973, andaba medio perdido sin su compañera que más tarde incorporaremos a esta historia de mis amores, pero por ahora nos centramos en esos primeros meses donde la figura de taxista ni siquiera existía en Venezuela como profesión.
La casita desteñida estaba a la entrada de la Laguna de los Patos y era otro amoroso gesto de Jorge Rocha, esa fue su primera morada en Cumaná muchos años antes y estaba ubicada al pie de la antena porque ese era su primer trabajo (no, por favor, no esperen que lo describa con precisión porque al día de hoy no se bien lo que hacía Jorge en esas antenas de radio) Al Tío se la consiguió en calidad de guardián y estoy casi segura que se lo inventó para ayudarlo, porque ni él sustituyó a alguien, ni vino otro después.
Nota de color : el modismo venezolano para esa posición no era guardián sino guachimán (watch man)
Es así como, convertido en Guachiman conoce al Varaito con sus pesares, y se imagina que puede llegar a cumplir el sueño de su vida: tener un hijo, aunque sea un rato. La casita tenía dos cuartos y estaba humildemente amoblada con cosas que Beba Rocha había dejado atrás, Varaito seguía con su negocio, el Tío quiso que estudiara , para que no le pasara como a él , pero no tuvo mucho éxito y en cambio le enseño a hacer garrapiñada al estilo sureño para ampliar la rama.
Con la comida estaban un poco complicado porque ninguno de los dos era muy ducho en esas artes, pero se las arreglaban. No tengo registro de sus largas conversaciones, pero uno se hacia el plato al escucharlos comunicarse en “sanducero y cumanés” que dejaban ver largas charlas donde anécdotas, chistes, cuentos y lecciones no faltaron en ese tiempo, que no se bien cuanto duró, pero pronto el Tío consiguió homologar su libreta de conducir y un trabajo de chofer de una cava de pescado que le obligaba a viajar a Caracas con mucha frecuencia, Varaito volvió a su casa con su familia..
Si esto fuera una película terminaría con una escena ambos encontrándose en algún lugar de aquella ciudad, en la que por distintas razones ambos quedaron felizmente varados. Se imitarían los acentos y se contarían alguna anécdota, mientras la cámara se iría alejando hacia un gran plano de la ciudad. Las voces se irían apagando, mientras entran los acordes de Oscar de León con su versión de El Manicero.
Nota :si esto fuera una película también tendría que haber explicado a cuenta de qué la toma de los cangrejos cruzando la calle, “espoileo” : es el pie para otro cuento.
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